*En en San Salvador Huixcolotla, uno de los municipios más pequeños conocido como la “cuna del papel picado”, Don Carlos Vivanco Reynoso creó durante toda su vida una tradición para rendir tributo a los fieles
Guadalupe Bravo
San Salvador Huixcolotla, Pue.- “Papel picado artesanal de Huixcolotla para el mundo”, es una de las últimas frases que Don Carlos Vivanco Reynoso plasmó sobre papel holograma dorado para un concurso en Estados Unidos donde ganó el segundo lugar.
El lienzo es Iztaccihuatl “la mujer dormida” y el Popocatépetl. Cada detalle fue cortado a mano con cincel, los moldes de tal figura aún no existen, fueron producto de su creatividad, habilidad y del amor por la cultura y la tradición mexicana que desde niño aprendió y desarrolló gracias a su padre y a sus hermanos Florentino y Hermenegildo.
Hoy, Don Carlos ya no atiende detrás del mostrador de su local, ubicado en la calle 16 de septiembre 65 en San Salvador Huixcolotla, uno de los municipios más pequeños del estado de Puebla. En la lengua madre, significa “lugar de espinas encorvadas”, pero es conocido como la “cuna del papel picado”.
Don Carlos falleció a principios del pasado septiembre, a unos cuantos días de conmemorar el tradicional “Día de Muertos”, cuando su arte de más de 50 años era más apreciado.
Un joven que ahora atiende su establecimiento cuenta que don Carlos empezó como trabajador, sin grandes ganancias pero con enormes aspiraciones. Con el paso del tiempo y del esfuerzo fundó “La Estrella”, un negocio conocido y querido por los pobladores, no solo de ahí, sino también de los municipios aledaños.
La calidad de su trabajo, la precisión de sus diseños y el sello característico de la estrella lo llevaron a convertirse en el proveedor de “Telas Parisina” y de decenas de compradores que viajan desde Tlaxcala, Baja California, Córdoba y Veracruz, por mencionar algunos, para tapizar las casas de los mexicanos con figuras como la hojaldra, “La Catrina” y “Frida Kahlo” para el Día de Muertos.
Pero la labor de crear “faroles chinos” y calados comienza en febrero de cada año, pues desde antes de septiembre empieza la venta de adornos patrios, seguido del papel picado para decorar la ofrenda para nuestros seres queridos y finalmente para festejar la Navidad.
Su esposa doña Artemia Reynoso Pérez festejó a su lado sus bodas de oro y también aprendió el oficio, al día llega a elaborar 200 hojas de papel picado a mano. Ahora, pretende seguir el legado de su esposo junto con sus dos hijas.
Sus últimos lienzos de una calaverita en una carreta, hojaldras y catrinas aún se ofertan, son el recuerdo tangible del oficio que ejerció por más de cincuenta años y que lo llevó a conocer Nueva York, Chicago, El Paso Texas, la ciudad de Milwaukee, y además le valió una entrevista en el New York Times.
En una oportunidad, realizó un cuadro del Papa Juan Pablo II en papel picado y se lo envió con una conocida hasta Roma. ¿La respuesta? Un reconocimiento a su labor y devoción, además de la bendición papal para su familia.
El legado de Don Carlos se siente en el aire al entrar a su tienda, en las anécdotas y enseñanzas que le dejó a sus trabajadores, en los cuadros que adornan las paredes con sus logros, en el inmenso taller escondido detrás de un pequeño local, en la mirada cálida de su esposa al hablar de él y en la esperanza de su nieta de aprender a cortar papel como lo hacía su abuelo.
La tarea para sus familiares no será fácil. Mantener los estándares, conservar a los clientes y respetar su legado son algunas de las metas que deberán alcanzar. Sin embargo, don Carlos dejó una base fuerte de un negocio próspero enraizado en el amor a las tradiciones mexicanas y a la preservación de las mismas.